lunes, 2 de agosto de 2010

CAPITULO 1


                       1




Marzo 2000


 Salí de mi cuarto, con la boca seca de los nervios, atravesando el estrecho pasillo  mirando el reloj
    -¿Qué hora es, “gorda”?
    -Las 12:15 -le contesté a mi marido que llevaba la maleta caminando adelante mío hasta la escalera.
 Pasé mis ojos distraídamente por las fotos en la pared como grabando los rostros en mi memoria. Al bajar el primer retrato grande y plateado tenía la carita de Santinno, riendo con el flequillo dorado casi tapándole un ojito. Se la habiamos sacado una tarde de primavera, en una estancia en Corrientes, la provincia donde residían nuestros mejores amigos. Santi acababa de caerse de un pony y estaba verdaderamente tentado. El segundo, Alexia, había sido cortejo en el casamiento del socio de Leandro y estaba sentada en una silla con su ramo de flores color salmón y una coronita haciendo juego en la cabeza. “Parece una princesita”, suele comentar su padre, con la espalda recta y una mirada de orgullo por el lugar que le había tocado ocupar esa noche. El tercero, Leandro y yo en nuestra boda, fue la llegada al salón de fiestas, mi bajada por la imponente escalera, nerviosa y majestuosa a la vez, recogiéndome la falda del vestido con el que me había soñado toda mi niñez. “Como esta vestida la novia, no solo dice su personalidad, sino también cuanto ama al novio” fueron las palabras de mi suegra al acompañarme al modisto, así que el mio tenia metros y metros entre la falda y la extensa cola. Él me esperaba al pie, enfundado en su smoking, muy atractivo con su pelo castaño que en la nuca se le rizaba apenas y su media sonrisa que tanto me gustaba. Una mano descansando en su bolsillo y la otra extendida invitándome a compartir toda mi vida en sus brazos. Todavía podía sentir su tierna mirada en esa bajada, sus ojos pardos hablaban de amor, de compañerismo, de hijos… ¿Qué había pasado desde entonces? ¿Por qué creía haber perdido parte de todo eso...?
   -Vamos bien…- sus palabras me sacaron de esa noche mágica.
   -Si -contesté deteniéndome en lo atractivo que aún me resultaba su ancha espalda y sus brazos con los músculos bien tallados- tenemos tiempo.
   -¡Mami! ¿Nos vas a traer algo?- Preguntó Alexia, mi dulce hija de siete años mientras quitaba un mechón largo lacio y castaño de sus ojos almendrados color café.
   -Claro mi amor- contemplé su carita redonda y esa sonrisa tierna que tiene- ¿qué queres que te traiga?
   -Mmm -pensó poniéndose el dedo índice en su mejilla- un huevo Kinder-Contestó por fin con la expresión llena de alegría.
   -Bueno -afirmé pensando que edad tan maravillosa esta pasando, lejos de preocupaciones y amarguras disfrutando de juegos y aventuras, cuando cada día era una invitación a nuevos descubrimientos.
   -¿Y vos Santinno… qué queres?
   -Yo también quiero un huevo kinder -contestó a media lengua con sus ansiosos cuatro años. Lo miré tiernamente grabándome a fuego esa expresión alborotada y alegre que tiene. Había que cortarle el pelo ya que el flequillo casi no le dejaba mostrar esos ojos pardos que heredó de su padre.  Con complicidad, le aseguré que  a mi regreso, tendría el huevo de chocolate más rico que había comido en toda su vida.
   -¿Me van a extrañar? -Pregunté tocando el pelo suave y rubio de Santinno,
   -Claro - repusieron casi al instante, los abracé con fuerza y contuve las lágrimas.
 Nos detuvimos en la vereda, el sol acariciaba nuestra casa de dos plantas, de la que me sentía muy contenta de tenerla. Las flores coloridas adornaban la entrada y el poco césped que las rodeaban, estaba perfectamente cortado, las ventanas con cortinas blancas y dos balcones en madera, vista de afuera daba toda la impresión de un hogar acogedor y tranquilo.
 Miré de llevar la billetera, las llaves los documentos y  arrodillándome ante ellos les hablé a modo de secreto.
   -Bueno, si me prometen que se van a portar bien con la madrina, les traigo un juguete a cada uno…
   -Siii -dijeron a coro y festejaron entre risas y abrazos.
 Sentí ese sentimiento tan grande que sólo un hijo te puede transmitir, y besándolos por enésima vez, sentí las manitos regordetas de los dos por mi cara. Me puse de pie y ambos abrazaron una de mis piernas. Con un poco de tristeza, y con lágrimas asomándose rodeé a Yanina, mi cuñada, mi amiga y mi compañera de aventuras, que con todo el amor del mundo se había ofrecido para ejercer de “joven” madre durante mi ausencia.
   -Quédate tranquila - murmuró casi en mi oído,- sabes que van a estar muy bien
   -Claro, si por eso no me preocupo es sólo que….
   -¡¡¡Que nada!!!- ordenó en tono imperativo-¡nada de culpas! te tomas unos días de vacaciones ¡y ya!
   -Tenes razón -  recordé el fuerte sentimiento que me unía a ella, siempre nos habíamos llevado de maravilla, y era la primera vez que ella me daba una orden. Desde el primer momento que la vi, de la mano de Leandro cuando apenas éramos dos quinceañeros, con sus cuatro años decidió, que íbamos a tener una relación muy especial, y así ocurrió, muchos creían que era mi hermana pequeña y no mi cuñada.  Le di un efusivo beso escuchando el encendido de la moto
   - ¡Llamá!
   -¡Si!! Apenas llegue- le contesté mirando sus ojos marrones y enormes haciendo juego con su sonrisa, me detuve sin quererlo, como tantas veces  en ese hoyito que se le hacía al sonreír en su mejilla derecha, y que me encantaba.
 Me acomodé en la moto de gran cilindrada que Leo maneja a diario, con mi pequeña maleta en mi espalda y con una mezcla de tristeza y ansiedad, me despedí con la mano hasta que el camino no me lo permitió más.
 Apoyé mi cabeza en su hombro, rodeé con fuerza, a mi marido y sabiendo perfectamente lo que sentía me comentó
   -Vamos son solo cinco días…cuando te quieras acordar estas de vuelta.
   -Sí ya lo sé, pero no puedo evitar sentirme culpable por no llevarlos.
   -¿Sabes lo que pasa? -dijo levantando el tono de voz por el ruido del tráfico - esto te va a durar hasta que veas a Pau. Cuando empiecen a hablar de la secundaria y empiecen a reírse como locas….ahí se te va a pasar
   -Sí…seguro que aparte de recordar tendremos muchas cosas que hablar…en estos tres años que hace que no nos vemos, tenemos tema de conversación …y para rato.
 Como la velocidad aumentó el ruido del motor no nos permitía mucho hablar, solo me limite a abrazarlo mientras pensaba que tal vez esta separación nos hacia bien, últimamente estábamos pasando por unos momentos difíciles y esto era como un respiro para nuestro matrimonio. Lo rodeé mas fuerte mientras él iba concentrado en el manejo de la moto, era un chofer experimentado y daba placer verlo zigzaguear entre el tráfico. Lástima que a mi el miedo nunca se me había disipado del todo, eso me impedía disfrutar del camino.
   -¿No te olvidas de nada?
   -No, tengo todo -contesté y me quedé haciendo un rápido inventario de las cosas mas importantes que debía llevar.
 Había una parte de mi que tenia miedo de dejar a Leandro en casa solo, tenia  sospechas de que estaba relacionándose con la señorita que, no muy amablemente me atendía por teléfono en su oficina, y sufría pensando que igual era cierto y estos días eran decisivos para nosotros. Últimamente estaba bastante celosa, cosa que no era habitual en mí, pero su falta de atenciones, me hacían sentir que estaba interesado en otra persona. Él seguía siendo tan seductor como cuando éramos novios, mis amigas intentaban llamar su atención, cada vez que lo veían y más…si venia con la moto, eso lo hacía mas atractivo todavía.
   -¡Ya llegamos!!-Escuché a la vez que mirando hacia delante leí   “Aeropuerto Internacional de Ezeiza” Respiré profundo diciéndome para mis adentro que el momento que hacia meses estaba esperando, había llegado: Estaba a punto de irme cinco días a ver a mi mejor amiga.
 Nos dirigimos hasta el primer mostrador que encontramos y siguiendo las indicaciones hicimos todos los trámites y controles para dejar la maleta en la zona de equipajes. Tomados de la mano caminamos hasta “embarques”. Los dos respiramos profundo, lo mire a esos ojos marrones mezclados con verdes que tantas veces me habían echo suspirar y leer sus mensajes en silencio. Acariciando ese rostro varonil y atractivo bajé los ojos hasta sus labios carnosos y lo besé.
   -¿Me vas a extrañar?- dijo con su mano en mi nuca, y yo leyendo en su mirada, que esa pregunta se la hacia a él también  asentí con la cabeza.
   -Claro
 Alcancé a decirlo sin saber si era del todo verdad. Leandro, físicamente tenía todo lo que a mi me gustaba su estatura era perfecta, su espalda ancha, sus brazos fuertes y musculosos y su cintura afinada…pero las continuas discusiones y la falta de momentos a solas y románticos estaban empañando y aburriendo a esta larga y fuerte, hasta el momento, relación.
   -Igual hasta me vuelvo antes y todo –continué.
   -No seas tonta, disfruta y relajate, creo que esto nos viene bien a los dos –contestó al fin, sincerándose.
 Nos miramos profundamente sabiendo los dos a la perfección de que hablábamos y con otro beso y un fuerte abrazo nos despedimos. Tenía tantas cosas para decirle, tantas dudas, y tantos besos para dejarle, con la esperanza de nadie pudiera reemplazarme en estos días…Pero decidí dejarlo así y que los acontecimientos vengan sin manipularlos, a mi regreso, iba a saber si nuestro amor era tan fuerte como hasta ahora o no…sin quitarle la mirada de sus ojos, puse un pie en la escalera mecánica, y subí.
   -Llámame -fue lo últimos que oí.
   -Claro
 Le tiré un beso con la mano, mi pecho subía y bajaba, algo ahogado y mis ojos reprimían unas lágrimas de miedo a perderlo. El momento fue raro parecía que algo fuerte estaba por pasar, parecía una despedida definitiva…fue casi inexplicable. Tenía una clara lucha interna, por un lado me quería quedar y descubrir de una vez por todas si me era infiel, o no, y por el otro deseaba irme y despejarme, una extraña adrenalina invadía mi pecho, y eso no me gustaba.